20 de abril de 2015

Robo

El  acostumbrado  viaje al mercado de Masaya para realizar las compras de víveres se vio interrumpida cuando una ciudadana desde  la ventana de un taxi gritó: i hijueputa ladrón, me robo mi cadena! .La afectada  entre asustada y molesta presionaba su mano contra su pecho, con la esperanza que alguien  la ayudara, sin embargo sus gritos no tuvieron respuesta de auxilio.

Inmediatamente  todos los que estábamos cerca examinábamos  con la mirada nuestro entorno para saber quién era el ladrón; la búsqueda sólo tomó unos segundos. Un  sujeto de estatura  promedia, piel  morena y sin camisa gritó ¿qué…….qué? ¿Quién va a brincar?, inmediatamente  mi mamá me tomó de la mano e hizo que agilizáramos nuestros pasos, según  los murmullos  de  quienes  se quedaron atrás el asaltante lanzó una piedra  y las personas  que  estaban alrededor tuvieron que replegarse para resguardar su seguridad; para colmo de lo sucedido, el conductor  del taxi culpó  a la afectada por no haber cerrado la ventana del vehículo.
Sucesos como estos  ocurren todos los días y a menudo son tipificados  por las autoridades  como delitos comunes, sin embargo delitos como estos  nos permiten observar  cómo la delincuencia avanza paulatina y silenciosamente; las principales víctimas son: son  niños, adolescentes, en su mayoría estudiantes y ancianos. Hechos como  estos  chocan con el turístico  lema  que  el estado y las autoridades policíacas explotan durante todo el año: “El país más seguro de Centroamérica”, en realidad falta mucho para podernos sentir seguros sin la amenaza  de ser víctimas  de robos, así mismo la seguridad  abarca a otros campos de la sociedad  como el de la perspectiva de género.
Como ciudadanos no debemos asumir  que gozamos por completo de  seguridad ciudadana, porque  falta mucho en esta materia para pode cumplirse, sino basta con hacer retrospectiva  y tener claro que cuando hemos asumidos que estamos por completo seguro en mercado, parque u x lugar hemos sido víctimas de asalto a causa de creer que  no existe peligro alguno.
La seguridad que los  nicaragüense  promedios  experimentamos es absolutamente  diferente a la percepción de los  políticos y  altos mandos policiales  expresan en sus discursos, por tanto no  es del todo cierto que sus palabras tengo eco  en la sociedad que a diario  es víctima de asaltos como el que aquí expuse.